Salut! Aquí estoy de nuevo, esta vez con un relato que versa sobre lo complejo del descubrimiento de nuestro propio interior. Sin duda, es una de las cosas más personales que he escrito así que espero que os guste. La verdad es que ahora que empieza el verano, y teniendo en cuenta que aquí en Galicia el tiempo no da muchas ganas de playa, intentaré dedicar más horas a escribir cosas nuevas, así que iré trayendo material más a menudo.
También aprovecho para comunicaros que el día 18 de este mes me voy de interrail, pero el blog no quedará desatendido, ya que mi amigo Adrián se encargará de actualizar con relativa frecuencia. Además, espero traer más textos y sobre todo muchas experiencias que contar.
El cuadro que incluyo en esta ocasión es La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí. Disfrutadlo :)
Todavía intento
explicarme qué es lo que pasaba por mi cabeza cuando me quedé paralizado en
aquel frío asiento, sin hacer ningún tipo de ademán de alzarme sobre mis pies,
evitando pestañear incluso, imitando sin quererlo una estatua. Cualquier
intento de comparación por parte de quien asistió al inerte espectáculo llegó a
su fin en una misma afirmación: “parece el Valle-Inclán de la alameda”. Hubiera
preferido que me equiparasen al David de Miguel Ángel, pero cavilaciones más
existenciales ocupan mis pensamientos ahora: sigo sin comprenderlo.
Hace días que
camino sin rumbo por las calles de Santiago, completamente solo. De hecho,
aborrezco tanto la compañía que procuro merodearme por aquellos lugares en los
que apenas hay gente. En estos largos paseos, pienso. Me dedico sin más a la
introspección, y creo que por fin empiezo a conocerme. Cada día descubro un
sentimiento nuevo, un color que me estimula, un recuerdo que me entristece y
una película que deseo volver a ver. Y así, poco a poco, comienzo a preocuparme
por mí mismo y me hago menos dependiente de todo.
He vuelto a
dibujar. No lo hacía desde el verano pasado, y la verdad es que he perdido
facultades. Pero me entretiene, me relaja. Realmente lo disfruto y me descubro
a mí mismo a través del papel. Ese soy yo, mi cerebro. En esas cuatro líneas
está plasmado todo lo que pasa por mi cabeza en estos momentos. También he
vuelto a escuchar a Florence and the machine y he descubierto un par de grupos
nuevos que me hacen feliz. Me tumbo en la hierba sin importarme cuantos perros
hayan orinado bajo mi espalda durante décadas y ensordezco poco a poco gracias
a los auriculares a través de los cuales sale la música, quizás demasiado alta.
Y así paso los días, pensando en mí, pero nunca en lo que quiero de mi vida.
Simplemente en mi ahora, en mi realidad actual, en mi felicidad.
Hoy todos han ido a
la playa. Yo les he dicho que me cogería un tren más tarde, después de comer, y
así era. Dormiríamos juntos por primera vez después de mucho tiempo y
volveríamos a la mañana siguiente. Era la oportunidad perfecta para volver a lo
de siempre, retomar la amistad, la confianza, quizás algo más incluso. Volver a
sentirnos bien, “recordar viejos tiempos” como se suele decir, por tempestuosos
y difíciles que hayan sido esos tiempos que ya solo conservamos en el recuerdo,
más nítido de lo que en ocasiones desearía. He ido a la estación de tren,
mochila a la espalda, y he comprado mi billete, para sentarme posteriormente en
uno de los bancos exteriores, esperando al vehículo. “Volvemos al pasado”
pienso, “a cuando éramos uno”. Y llega el tren y yo no me muevo. Permanezco
impasible en mi asiento, durante un par de largos minutos tras los que el tren
desaparece otra vez, dejándome atrás.
"Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es".
(Frédéric Chopin)
Sebastián Blanco Portals
Escribes muy bien, enhorabuena :)
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Espero retomar el blog dentro de poco, que la verdad es que lo tengo algo abandonado...
EliminarEs normal, a veces la inspiración tarda en llegar :)
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