viernes, 13 de abril de 2012

Dieciocho minutos.

Hay momentos en la vida en los que nos sentimos especialmente decaídos por cualquier razón -o sinrazón-, en los que no nos apetece nada más que quejarnos de lo mal que nos va todo, momentos en los que nos gustaría gritar, llorar, romper platos, tirar el televisor por la ventana, quemar todos los apuntes de clase y, sobre todo, que se acabe el mundo lo antes posible. Creo que el poema que he elegido para hoy expresa bastante bien esas situaciones de las que hablo. 

He de decir que esto no se corresponde con mi estado de ánimo actual. Y es que amigos, hoy he estado leyendo a Nietzsche, y si por algo merece especialmente la pena este filósofo alemán es por su llamamiento al disfrute de la vida, a pensar que soportar los males merece la pena, a que de nuestra voluntad para vivir depende nuestra felicidad.

Y no solamente estoy feliz, sino que además... ¡Hoy es viernes! :D Eso incrementa la alegría de cualquiera, por muy amplia que fuese antes, pues comienza el fin de semana en el que habrá tiempo tanto para el estudio como para la fiesta, y quizás no tanto para dormir (detalles sin importancia...).

La imagen esta vez es un cuadro de John William Waterhouse, Ophelia (1889), y especifico la fecha porque el mismo pintor tiene varios cuadros de este personaje con tanto protagonismo en el blog. Pienso que la figura femenina creada por Shakespeare, enamorada de Hamlet hasta enloquecer y morir, es idónea para simbolizar el sentimiento del poema. Espero que lo disfrutéis.




No quiero mirar pero he mirado, y ahora es tarde.
Todo lo que antes no veía me estalla en la cara, pero no voy a mirar.
Mis pies siguieron al sol durante dieciocho minutos.
Dieciocho minutos en los que me senté en la hierba y me miraste.
Nos besamos y reímos como si estuviéramos al borde de un cataclismo.
Ya he mirado.
Veintitrés minutos han pasado ya y sigo aquí con la misma cara de imbécil.
Abro los ojos y no me he movido. Me encuentro en medio de ningún lugar,
mirando la porción de prado en la que dejamos nuestra huella.
Ha oscurecido ya y mis manos están entumecidas.
Tus palabras hacen más daño que el alcohol con que las digerí esta madrugada.
Y te tengo ahí pero no puedo mirarte.
Estás ahí y no puedo tocarte y abrazarte.
En dieciocho minutos me besaste los ojos, y cinco minutos más tarde
me los arranco de rabia y frustración para asimilar de una vez que te he perdido.
Pero una vez más he mirado, y no puedo hacer nada.
Respiro tu alma y te hago mío, etéreo espíritu de deseo imposible.
Quizás mañana ya no te quiera. Hoy me muero.





"porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro"
(Mario Benedetti)

Sebastián Blanco Portals

No hay comentarios:

Publicar un comentario